lunes, 28 de noviembre de 2011

XXXIV Maratón de San Sebastián.

27 de Noviembre de 2011, 6:45 de la mañana, café con leche y concentración. Mientras lo tomo intento visualizar la carrera. Estoy sentado en una silla de madera, en la casa rural donde nos hemos alojado, Pardiola Baserria en Hernani. 

He dormido y descansado relativamente bien, con lo que pienso que podré cumplir las expectativas que tengo en mente. Pienso, durante 5 minutos, en que he de hacer una buena carrera, me auto-convenzo de que todo va a salir bien. Oigo a los míos que empiezan a levantarse y voy a la habitación a ponerme la ropa para la carrera. Hay nervios en la habitación Nuria Iván y David están ya preparados para desayunar, así que mientras yo realizo el ritual que tantas veces he hecho hasta ahora ellos van a desayunar. Vaselina en los dedos de los pies y axilas, esparadrapo en las tetillas, calcetines bien puestos, sin arrugas, camiseta, pantalón corto, dorsal, chip, gel.....
Todo está a punto, afuera están todos desayunando, Josu también, le veo concentrado, sabe lo que nos toca hoy, sufrir un rato e intentar pasarlo bien, sobre todo lo segundo.

Después del desayuno salimos hacia San Sebastián, al llegar vemos que han empezado a cortar las calles y nos disponemos a buscar sitio, tras varias vueltas por la zona y visto que está imposible metemos el coche a un parking.


Ya en la zona de salida decidimos, Josu y yo, calentar un poquito, nos quitamos la ropa de abrigo y damos una pequeña vuelta al trote, se nos ha hecho algo tarde con el coche y falta poco para la salida, con lo que no nos da tiempo a mucho, una carrera corta, evacuamos aguas menores y a la salida, foto de rigor y beso de despedida a los nuestros. Intentamos colocarnos cerca de nuestro cajón, pero hay demasiada gente ya y no podemos así que nos quedamos en la zona de 3h 30 minutos. No es el tiempo que queremos hacer pero nos vale para salir.
A brazo con mi amigo, nos deseamos suerte y suena el pistoletazo, comenzamos, como siempre andando, el dedo puesto en el botón del reloj y al pasar por el arco de salida, pulsamos el crono. Ese reloj de pulsera que nos acompaña en cada entrenamiento y que es capaz de exigirnos casi lo que no nos han exigido en casa, y encima le hacemos caso.....

Salimos, no es una carrera masiva, somos 3000 corredores, la temperatura es algo fresca y el día está despejado. Comenzamos despacio, y esquivando a los corredores que van más lentos, miro a mi alrededor e intuyo que va a ser un recorrido bonito, tal y como me habían contado, hacemos el primer kilómetro algo más lento de lo esperado, le digo a Josu que hay que apretar un poco, pero él, como siempre, con su inmensa sabiduría me frena. -Estamos empezando Jesús, poco a poco. 

Empezamos a bebernos los kilómetros, van entrando al reloj como si nada, como una carrera más de esas que hacemos a diario, vamos mejorando tiempos, en el km 6 ya hemos recuperado lo perdido, y comienza la fiesta, el disfrute, esa sensación que creo que, si no has corrido una carrera de estas, nunca entenderás, nos quedan treinta y pico kilómetros por delante......


Al rato llegamos a la playa, punto deseado ya que veremos a la familia hemos quedado ahí para vernos tres veces a lo largo de la carrera, y enseguida los veo, me tienen preparada una sorpresa que han hecho sin que yo me diera cuenta, una señora pancarta, con palabras de ánimo que no hacen más que darme fuerza, me emociono al leerla y tiro como una bala. 

Es bonito San Sebastián, correr por la playa de la Concha es algo único. Tener esas vistas mientras vas corriendo es una experiencia que no olvidaré. No conocíamos esta ciudad y nos ha enamorado. tanto ella como sus gentes, amables y acogedoras.

Siguen entrando los kilómetros y cada poco tenemos avituallamiento, agua, bebidas isotónicas, fruta, pasas... Muy bien

No hay mucho que decir del recorrido el 98% es llano, hay alguna pequeña subida pero de poca intensidad y que se lleva bien, nada que exija más oxígeno de lo normal, llevamos un ritmo bueno y hablamos poco, parece que estamos ya bastante compenetrados. Josu decide pegarse a un grupo que lleva un ritmo muy parecido al nuestro, estamos muy cerca de la bicicleta que marca el tiempo para hacer la carrera en 3h 15´ no es el tiempo que tenemos previsto pero vamos ahí un rato sin perderla de vista.

Después de unos kilómetros con estos corredores noto que o una de dos o ellos han apretado o nosotros hemos aflojado, porque paso a paso se van despegando de nosotros, despacio, lentamente, pero se separan. Efectivamente miro el reloj y veo que hemos bajado el ritmo. Animo a Josu, le pregunto que cómo va, pero algo no funciona como debiera, dice que bien, pero está muy callado. 

Se nos van, se nos van, ese grupo que hacíamos se ha roto, nos hemos descolgado, vamos bajando el tiempo, Josu no va bien, intento animarle, le recuerdo todo el trabajo hecho durante estos meses, duro, muy duro, días fríos, lluviosos, madrugones los Domingos, para la famosa tirada larga, kilómetros y kilómetros de esas malditas series que te rompen, y te destrozan, las cuestas de los jueves.... Kilómetros también en la cinta el día que está muy feo y no se puede salir.

Esto deseando de llegar al último punto, antes de meta, donde nos esperan los nuestros de nuevo con sus sonrisas y sus gritos de aliento, para decirle a su hijo, Mikel, que nos acompañe un rato y así es, cuando llegamos se une a nosotros para infundirle fuerzas a su padre, pero Josu va mal, el muro parece que ha llegado antes de tiempo, seguimos bajando el ritmo, después de un par de miles Mikel nos deja para pillarnos en el 36 donde nos acompañará hasta el final, en esos 4 km intento animar a Josu, pero no puedo, estoy seguro de que no soy el mejor para esto y me viene al recuerdo el maratón de Madrid, donde nos pasó lo mismo. Josu insiste en que me vaya, le digo que estamos en tiempo, estamos bajo lo previsto, aunque hayamos bajado mucho, el tirón del principio nos daba un colchón para un imprevisto como este. Pero miro el reloj y marca un ritmo de 5:10, decido dejarle, con todo el dolor de mi corazón sé que su hijo está muy cerca y le acompañará hasta meta. 

De nuevo me siento mal por dejarle, pero por otro lado pienso en todos estos meses tan duros, en tantas horas y horas de entrenamiento, en el tiempo que pasa mi familia sin mí, y yo sin ellos, por esta afición de locos y decido apretar. Me veo con fuerza para, al menos, intentar visualizar a la bicicleta de 3h15´. Nunca imaginé que despues de 36 kilómetros iba a tener fuerza para hacer lo que hice, pero el día de antes mi amigo me dijo, -¿sabes? seré feliz el día que pueda apretar los últimos kilómetros, el día que tenga fuerzas para correr esa distancia con buenas sensaciones. Creo que eso me dio fuerzas, las suficientes para restarle unos segundos a cada kilómetro que hacía, en ese tramo creo que adelanté a más de 100 personas, 4:20 marcaba mi reloj, no podía creerlo, ir a 4:20 después de 36000 zancadas... En esos últimos kilómetros la gente te lleva, te anima, dicen tu nombre (va impreso en el dorsal), palabras en vasco de ánimo que no entiendo pero que intuyo, aplausos, ánimo Jesús ya está aquí Anoeta, la meta, y logro verlo a lo lejos, ya está hecho aunqeu no he conseguido ver la bici. Coincido con un corredor con los brazos llenos de tatuajes que también va muy deprisa y logro pasarle, me grita ¡¡¡aúpa!!! y se pone a mi lado, mismo ritmo, misma zancada, somos dos en uno. No nos falta nada para llegar, aprieto un poco y le paso, no se achanta y me pasa, antes de entrar al estadio le pillo, aquí veo que no están los míos en la puerta, com ohabíamos quedado, con lo que imagino que no dejan pasar a nadie que no corra. Entro con este chaval en Anoeta, ahí está la meta, a 300 metros, le doy fuerte a las piernas y le dejo atrás, a 50 metros me pasa, entra dos segundos antes que yo. 3H 18´´. Miro a las gradas y ahí tengo a los míos, Nuria, Iván y David, gritándome. Momento que no se puede explicar con palabras, les lanzo besos de agradecimiento, miro para atrás por si veo llegar a mi amigo. Espero unos minutos, nada, voy a dejar el chip y a por la bolsa que dan con algo de fruta y bebida y como no, a por la medalla, otra más, la segunda. 



Mientras estiro veo entrar corredores, han pasado 6 minutos desde que entré y no veo a Josu, voy a la grada, donde me espera la familia y donde está su mujer y su hijo pequeño, el mayor va con él. Enseguida le vemos entrar, allí está, llega a meta y vemos que no va bien, le fallan las piernas, lleva escrito el sufrimiento en la cara, algo no ha ido como debía, y en estos casos puede más la mente que el cuerpo, de ahí que las piernas no respondan y le veamos tambalearse. Aun así ha hecho su mejor tiempo, su mejor MMP que se suele decir, Mejor Marca Personal. 3h 30 minutos. Todos estamos preocupados, con las lágrimas a punto de aflorar, ¿merece la pena pasar por esto? es la pregunta que se hacen las chicas, aunque yo por dentro digo, SI.